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Coria del Rio, Sevilla, Spain

Limpieza terminada





Mi Kimera

13 de Junio, día de mi santo, adquiero el Kimera II y lo traslado a Sevilla desde El Candado (Málaga), depues de varios intentos frustrados por el mal tiempo.



El viaje se presenta interesante, pues los vientos de levante, flojos en la Costa del Sol, se preveen intensos en el estrecho, lo que hará la navegación cómoda y previsiblemente le daremos descanso al motor.

El jueves, nos reunimos en El Candado, Luis, experto navegante a sueldo, pieza necesaria para el cruce del estrecho; Javier, propietario de otro Puma 26, con experiencia dilatada en regatas; y yo, con más ilusión que experiencia.


La primera experiencia, subir al palo a poner la antena, arriado con el mismo cabo que sube la mayor. Fuí elegido "voluntario", al ser el menos pesado de los tres.



Despues de la "dura tarea", cena en el "Tintero II" y a la cama, que por la mañana había que madrugar.

A las seis de la mañana, estabamos estibando el barco y preparándo la travesía.
Después del desayuno, a las 7 salimos con brisa suave de levante, a motor, 6 nudos de medía.



A las 8 de la tarde estabamos enfrente de Gibraltar, con buen tiempo, aunque ya soplaba un poco más fuerte el levante, así que sacamos genova y mayor, para darle descanso al motor.











A partir de Gibraltar, los pronósticos no fallaron, el viento comenzó a soplar con intensidad y los borreguillos comenzaron a aparecer, las velas se cargaron de viento y la velocidad de crucero aumentó considerablemente.Rumbo 240, para hacer las 12 millas que nos separaban de Punta Tarifa y pasarlo "A pintar el faro" como dice mi amigo Luis.

La corriente y el riesgo de trasluchar la mayor, nos hacía derivar hacía las rocas, al mismo tiempo las olas comenzaron a crecer, pasando de 1 metro a olas de 2 y tres metros, los obenques silbaban indicando "fuerza 7", y el mar parecía como una olla en ebullición. Los expertos navegantes se cruzaron una complice mirada, intentando no intranquilizarme y como un resorte, el capitán dio la orden de virar a proa y toma de rizo. Alberto saltó a la cubierta, haciendo hábiles maniobras en el palo para la toma de rizo mientras Luis gobernaba, no sin cierta dificultad, el timón a fin de mantener la proa al viento. Yo mientras tanto, hacía lo mejor que sabía, no estorbar, metí mi cuerpo en el interior del barco y lo único que dejé fuera fue la cabeza para no perderme ni ripio de lo que allí estaba pasando. Tuve tentaciones de ponerme a grabar en video, pero pensé que corría riesgo de ser arrojado por la borda por mis compañeros de viaje.
Por fín y despues de un ligero contratiempo en la toma de rizo, por ser el cabo demasiado corto, pudimos sortear Punta Tarifa y a partir de ahí, aunque el viento era fuerte, el mar, protegido por la costa, era menos amenazador, disminuyó el tamaño de las olas y pudimos seguir navegando a buena velocidad, sin riesgo alguno.



Llevabamos 15 horas navegando y el cansancio comenzó a aparecer, le dimos la oportunidad de dormir la primera ronda a Luis. Durante las dos horas que estuvo durmiento, Javier tomó el mando del barco y demostró suficiente pericia al navegar, pues los vientos fueron rolando y hubo que hacer distintos rumbos, navegamos de ceñida, de través, yo me lo pasaba de miedo, y nunca mejor dicho, miedo al escorar, miedo y más miedo.... aunque como dice Luis, en un barco nunca se dice miedo, se dice "respeto".
La segunda guardia de 2 horas le tocó a Javier, y estaba tan cansado que sólo durmió 5 horas del tirón, sin importarle los saltos que daba el barco ni el sueño que tenía yo acumulado, pero se merecía dormir, no en vano "me había salvado la vida"....

Me acosté divisando a mi través el Castillo de Cádiz y me desperté al través del Faro de Chipiona.


Ahí ya estaban en mi terreno, de forma que tomé el timón y no lo solté hasta Sevilla, dándole un respiro a mis acompañantes, que se entretuvieron en vaciarme la despensa y la bodega, más bien se podía decir que estaban disfrutando del momento.